NUESTRA PORTADA
Edicion N. 22
MAYO DE 2006
EDITORIAL
Por Hugo Alberto Buitrago A.
EL CLUB MARAVELEZ, PATRIMONIO MUNICIPAL
Lo primero que se puede manifestar con respecto a este tema, es que el Club Maravelez – o lo que queda de él- esta a punto de desaparecer entre otras cosas, por la falta de pertenencia de los tebaidenses que actualmente figuran como socios o los que algún día fuimos sus afiliados. Pero este es un caso más de la grave crisis moral que nos tiene anestesiados. Tan anestesiados por ejemplo, que dejamos demoler el templo de Nuestra Señora del Carmen, sólo porque un párroco de turno, se le antojó que debía construirse uno nuevo, coyunturalmente creyendo él, que iban a “llover” millones en donaciones.
Pero volvamos a la situación del Club Maravelez, empezando por establecer un juicio de responsabilidades morales y económicas de la última junta Directiva, quienes deben desenredar lo que pasa con dicha entidad, que a pesar de ser de carácter privado, tiene una responsabilidad colectiva y pública por todo el significado patrimonial que el Club ha representado para los tebaidenses. Aclarar ante todo si quienes representan actualmente al Club Maravelez tiene el respaldo legal para disponer de cualquier tipo de contratación.
Sin embargo llegan noticias gratificantes, cuando conocemos del proceso que están iniciando algunos socios e interesados consultando jurídicamente sobre las garantías que pueden ofrecer los estatutos para provocar una Asamblea General de socios y constituir una nueva junta.
Y es ahí donde empieza otro proceso. De ahora en adelante, quienes estén –o estemos- interesados en reestablecer el proyecto del Club Maravelez, o en su defecto, de algún proyecto que genere la constitución de un Club Social, debemos unirnos y ampliar el circulo de participación para que todos trabajemos con un solo propósito: un sitio de encuentro representativo y con alto sentido de pertenencia.
Hoy por hoy los Clubes Sociales no se constituyen como un lugar elitista y de estratificación social, hoy los clubes no son solo cuestión de lujo, son una necesidad de tener un punto de encuentro y referencia, un lugar donde podamos reunirnos sin sentir miedo, con todas las oportunidades de esparcimiento y donde podamos entablar nuevas relaciones y contactos adecuados, ya que nuestra clase dirigente ha ampliado su tamaño en todos sus estructuras.
Debemos ser conscientes que una acción en un Club Social es una excelente inversión desde cualquier punto de vista. Y lo más importante, sacar a flote el Maravelez nuevamente como club, seria la primera demostración colectiva de que queremos luchar por nuestro municipio.
Lo primero que se puede manifestar con respecto a este tema, es que el Club Maravelez – o lo que queda de él- esta a punto de desaparecer entre otras cosas, por la falta de pertenencia de los tebaidenses que actualmente figuran como socios o los que algún día fuimos sus afiliados. Pero este es un caso más de la grave crisis moral que nos tiene anestesiados. Tan anestesiados por ejemplo, que dejamos demoler el templo de Nuestra Señora del Carmen, sólo porque un párroco de turno, se le antojó que debía construirse uno nuevo, coyunturalmente creyendo él, que iban a “llover” millones en donaciones.
Pero volvamos a la situación del Club Maravelez, empezando por establecer un juicio de responsabilidades morales y económicas de la última junta Directiva, quienes deben desenredar lo que pasa con dicha entidad, que a pesar de ser de carácter privado, tiene una responsabilidad colectiva y pública por todo el significado patrimonial que el Club ha representado para los tebaidenses. Aclarar ante todo si quienes representan actualmente al Club Maravelez tiene el respaldo legal para disponer de cualquier tipo de contratación.
Sin embargo llegan noticias gratificantes, cuando conocemos del proceso que están iniciando algunos socios e interesados consultando jurídicamente sobre las garantías que pueden ofrecer los estatutos para provocar una Asamblea General de socios y constituir una nueva junta.
Y es ahí donde empieza otro proceso. De ahora en adelante, quienes estén –o estemos- interesados en reestablecer el proyecto del Club Maravelez, o en su defecto, de algún proyecto que genere la constitución de un Club Social, debemos unirnos y ampliar el circulo de participación para que todos trabajemos con un solo propósito: un sitio de encuentro representativo y con alto sentido de pertenencia.
Hoy por hoy los Clubes Sociales no se constituyen como un lugar elitista y de estratificación social, hoy los clubes no son solo cuestión de lujo, son una necesidad de tener un punto de encuentro y referencia, un lugar donde podamos reunirnos sin sentir miedo, con todas las oportunidades de esparcimiento y donde podamos entablar nuevas relaciones y contactos adecuados, ya que nuestra clase dirigente ha ampliado su tamaño en todos sus estructuras.
Debemos ser conscientes que una acción en un Club Social es una excelente inversión desde cualquier punto de vista. Y lo más importante, sacar a flote el Maravelez nuevamente como club, seria la primera demostración colectiva de que queremos luchar por nuestro municipio.
Opinion
DETRAS DE LA PINTA ESTA LA CARNE
Por Rafael Nieto Loaiza (Columnista de El Tiempo)
Apuntes sobre el palo electoral de Carlos Gaviria
No debería extrañar que sea el palo de este certamen. Mockus ha cometido errores gravísimos, Serpa es el paradigma de la vieja política y el presidente Uribe carga consigo ser objeto único de todas las críticas. En esas circunstancias, lo nuevo, siempre atractivo para los electores, es Carlos Gaviria, que, paradójicamente, a las puertas de los 70 años, es el más viejo de los candidatos.
Gaviria, además, tiene aureola de incontaminado con la política. La cereza del postre es su parecido a Papá Noel, que trasmite una imagen bonachona y generosa, dispuesta a hacer felices a todos sin costo alguno.
Pero detrás de la pinta viene la carne. El salto de los tribunales a la política es dudoso. Gaviria pasó de la pulcra cuna de la Corte Constitucional a la cama franca del Congreso y no se despeinó. El asunto deja un mal sabor, porque siembra dudas sobre la naturaleza e intención de las sentencias del alto juez. No puedo afirmar que Gaviria utilizó la Corte como trampolín de sus aspiraciones políticas. Prefiero creer que no fue así. Pero por ello se disipan las sombras que deja tamaño brinco.
La incursión de Gaviria en la política, además, ha venido de la mano de muy malas compañías. Gaviria, que con razón se queja de los vínculos entre algunos políticos y los “paras”, no tuvo freno ético para ser electo senador con el apoyo de la izquierda más hirsuta y extremista, aquella que no ha querido romper del todo con la violencia terrorista y mafiosa de las FARC. Mucho va de la izquierda democrática de los Garzones o Samuel Moreno, por ejemplo, a la pro castrista y chavista de buena parte de Alternativa, el movimiento en que se hizo elegir Gaviria. Esto, sin embargo, se ha ocultado bien a la opinión pública. Por eso, aunque está dedicado de lleno a la campaña electoral, no renuncia a su curul de senador. Le preocupará, imagino, que todo el país se enteré de que su segundo renglón y quien le habría de suceder es Jaime Caicedo, el secretario del Partido Comunista.
Después están sus inconsistencias. No duda en afirmar que en Colombia no hay democracia, pero fue magistrado y senador y tiene una millonaria pensión del Estado. Algún mal pensado diría que no le ha ido nada mal en la tarea de sacar jugo de un régimen en que no cree y del que ahora, vaya ironía, quiere ser Presidente. Se presenta como el gran adalid de la Constitución del 91 y se indigna cuando alguien pretende reformar, por ejemplo, el sistema judicial del que hizo parte y evitar “el choque de trenes” entre altos tribunales. Pero en la revista Cambio no dudó en sostener que habría que revisar la autonomía del Banco de la República, consagrada en la Carta Magna, o en decir que propondría una reforma de la “parte económica y fiscal de la Constitución” porque, en su opinión, tiene “una fuerte inspiración neoliberal”. A mi no me choca que quiera reformar la Constitución. Lo que me molesta es que al mismo tiempo pose de defensor a ultranza de la misma. Y dice que es un “liberal radical”, pero olvida que esos liberales radicales con los que pretende ser identificado defendían a capa y espada el derecho a la propiedad privada y la menor intromisión posible del Estado en la esfera de las relaciones económicas entre particulares.
En fin, hay un afán de esconder el talante marxista, y en algunos casos extremista, de muchas de sus posiciones. Una preocupación explicable en plena campaña electoral, pero engañosa para el elector y dañina hacia el futuro. El país y los ciudadanos necesitan una izquierda definida y clara, alejada de ambigüedades y que condene sin medias tintas exculpatorias a los terroristas y a quienes pretenden hacer política a través de la violencia. En fin, la democracia necesita mas Garzones y Morenos y menos Petros y Gavirias.
No debería extrañar que sea el palo de este certamen. Mockus ha cometido errores gravísimos, Serpa es el paradigma de la vieja política y el presidente Uribe carga consigo ser objeto único de todas las críticas. En esas circunstancias, lo nuevo, siempre atractivo para los electores, es Carlos Gaviria, que, paradójicamente, a las puertas de los 70 años, es el más viejo de los candidatos.
Gaviria, además, tiene aureola de incontaminado con la política. La cereza del postre es su parecido a Papá Noel, que trasmite una imagen bonachona y generosa, dispuesta a hacer felices a todos sin costo alguno.
Pero detrás de la pinta viene la carne. El salto de los tribunales a la política es dudoso. Gaviria pasó de la pulcra cuna de la Corte Constitucional a la cama franca del Congreso y no se despeinó. El asunto deja un mal sabor, porque siembra dudas sobre la naturaleza e intención de las sentencias del alto juez. No puedo afirmar que Gaviria utilizó la Corte como trampolín de sus aspiraciones políticas. Prefiero creer que no fue así. Pero por ello se disipan las sombras que deja tamaño brinco.
La incursión de Gaviria en la política, además, ha venido de la mano de muy malas compañías. Gaviria, que con razón se queja de los vínculos entre algunos políticos y los “paras”, no tuvo freno ético para ser electo senador con el apoyo de la izquierda más hirsuta y extremista, aquella que no ha querido romper del todo con la violencia terrorista y mafiosa de las FARC. Mucho va de la izquierda democrática de los Garzones o Samuel Moreno, por ejemplo, a la pro castrista y chavista de buena parte de Alternativa, el movimiento en que se hizo elegir Gaviria. Esto, sin embargo, se ha ocultado bien a la opinión pública. Por eso, aunque está dedicado de lleno a la campaña electoral, no renuncia a su curul de senador. Le preocupará, imagino, que todo el país se enteré de que su segundo renglón y quien le habría de suceder es Jaime Caicedo, el secretario del Partido Comunista.
Después están sus inconsistencias. No duda en afirmar que en Colombia no hay democracia, pero fue magistrado y senador y tiene una millonaria pensión del Estado. Algún mal pensado diría que no le ha ido nada mal en la tarea de sacar jugo de un régimen en que no cree y del que ahora, vaya ironía, quiere ser Presidente. Se presenta como el gran adalid de la Constitución del 91 y se indigna cuando alguien pretende reformar, por ejemplo, el sistema judicial del que hizo parte y evitar “el choque de trenes” entre altos tribunales. Pero en la revista Cambio no dudó en sostener que habría que revisar la autonomía del Banco de la República, consagrada en la Carta Magna, o en decir que propondría una reforma de la “parte económica y fiscal de la Constitución” porque, en su opinión, tiene “una fuerte inspiración neoliberal”. A mi no me choca que quiera reformar la Constitución. Lo que me molesta es que al mismo tiempo pose de defensor a ultranza de la misma. Y dice que es un “liberal radical”, pero olvida que esos liberales radicales con los que pretende ser identificado defendían a capa y espada el derecho a la propiedad privada y la menor intromisión posible del Estado en la esfera de las relaciones económicas entre particulares.
En fin, hay un afán de esconder el talante marxista, y en algunos casos extremista, de muchas de sus posiciones. Una preocupación explicable en plena campaña electoral, pero engañosa para el elector y dañina hacia el futuro. El país y los ciudadanos necesitan una izquierda definida y clara, alejada de ambigüedades y que condene sin medias tintas exculpatorias a los terroristas y a quienes pretenden hacer política a través de la violencia. En fin, la democracia necesita mas Garzones y Morenos y menos Petros y Gavirias.
Tebaida al dia
lA Sociedad F.C ha quedado campeona de los últimos dos torneos de Fútbol realizados en nuestro municipio. Pero más que el equipó de fútbol, este grupo al que pertenecen entre otros Fernando Baena, Hugo alberto Buitrago, Edilson Yepes, Jose Oscar Rincon, Carlos Eduardo Vanegas, Juan Pablo Perez, Luis alberto Rincon, Juan Carlos Vargas, buscan a mediano plazo constituir un Club Social al servicio de los tebaidenses.
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